Nunca me pasó algo así. Le conté directamente a mi mejor amigo, yendo
mas o menos al grano, sin muchos detalles, pero no me creyó.
-Dale boludo, no me jodas.
-En serio te digo.
-¿Pensás que te voy a creer semejante boludes?
Después dejó de ser mi mejor amigo.
No lo vi nunca más. Yo sabía lo que mis ojos habían visto. No me importaba si los otros me creían o no. Pero no dejó de serlo por esto. Aunque me dolió que no me creyera. Después de un tiempo simplemente dejamos de hablar.
Pero, ¿Para qué contárselo a los demás? Suficiente con saberlo yo mismo. Ya
era mucho. Iba a vivir con esto, yo sólo, para toda la vida. Nunca lo iba a
olvidar. Estaba enojado. Nadie te creía nada si no lo veían. Como si yo fuera
un mentiroso. Sabía que esto era mucho pero ¿para qué iba a
mentir?, ¿con qué finalidad? No escondo ninguna pretensión. No quiero
conseguir nada. Es insulso relacionar esto con algo que me pueda
beneficiar. Pero bueno, me gusta contar lo que me pasa. Y esto
fue real.
Hacía mucho frío y estuve a punto de no
salir de mi casa, pero por esas cosas que no se saben, cambié de opinión. Me
abrigué, agarré mi bici, dejé el celular cargando y me fui. El frío era
más fuerte de lo que pensaba y a cada cuadra de pedaleo me decía a mi
mismo: "¿Para qué saliste? Hubieras hecho
todo otro día." Pero tenía una fuerza de voluntad extraña me hacía seguir
para adelante. Sentía el tiempo desperdiciarse de tan solo pensar en volverme. Entré
en calor a los pocos kilómetros y ya
la sensación de arrepentimiento se me pasó. Disfrutaba de la velocidad y
ahora solo pensaba en llegar y hacer las cosas que tenía que hacer.
Todavía estoy enojado. Me
cuesta confiar en la gente. Siento que todos me van a defraudar. Ya escucho el
"A ver, vamos y me mostrás.", el "Quiero ver las
pruebas." Como si se tratara de cualquier cosa. Como si fuera tan fácil. Encima, cuando pasan cosas triviales, que si podés demostrar,
lo único que conseguís es un "Uh, tenías razón." Y un poco
más de credibilidad para la próxima. Asi que olvidate. Sigo enojado,
pero yo tengo la verdad. Y nadie más la tiene.
Ya cuando me bajé de la bici y saqué el
candado para atarla, ahí, en la plaza San Martín, sentí que alguien me miraba.
Pero viste cuando no estás del todo seguro y te das vuelta por algo y justo
cruzás la mirada con una persona y resulta que es esa la que te mira. Bueno,
ese que te está mirando, suele correr los ojos, pero este viejo no lo hizo. Yo lo miré casualmente y el siguió mirándome fijo a los
ojos. Era barbudo, parecía un vagabundo. Terminé de atar mi bici y lo
volví a mirar. Me seguía mirando. No le di importancia y me fui, tratando
de no prejuzgar y pensar en que me la podía robar. Pero, plena tarde, pleno centro, no
podía ser. A los pocos metros, me doy vuelta y el viejo seguía con la vista clavada en mi.
Me había olvidado de esto cuando entré
a la agencia de turismo. Me quería ir de viaje, ahora en invierno, yo
solo. Quería algún lugar con nieve pero no sabía cuál, asi que iba a preguntar
para ver qué me recomendaban. Me senté en uno de los escritorios y una
chica morocha con el pelo hasta los hombros me comentó los lugares y paquetes
que tenía disponible. Me anotó los presupuestos para una semana de estadía y yo
me decidí rápido por uno de ellos. Saqué mi tarjeta pero la
chica me dijo que esperara un minuto. Se levantó y se fue. Esperé más de un
minuto. Tal vez fueron diez o quince. Tenía mi cuello tirado hacia atrás y la
mirada perdida en el techo, escuchando sin prestar atencion a las demas personas hablar. Entonces sonó un teléfono y una de las empleadas lo atendió.
"Si, si. Ok." Cortó y me miró a mi. Yo bajé la cabeza. -Me dice mi compañera que
esperés un minuto más, que te está consiguiendo mejor precio.- Asentí y le dije
que no había problema. Esperé unos cinco minutos más y la chica volvió. Se
sentó otra vez en el escritorio. "Te conseguí más barato." Me dijo y
se puso a teclear rápidamente en su computadora. Mandó a imprimir una hoja y
cuando la sostuvo en la mano la inspeccionó detenidamente. Vi que hacía una
pequeña mueca de preocupación. "¿Pasa algo?" Pregunté. Ella me miró a
los ojos y me dedicó una pequeña sonrisa. "Dame un segundo." Se
levantó y se fué, otra vez, pero ahora por unas escaleras que había a un costado. La seguí con la mirada. No pasó más de un
minuto cuando la vi de vuelta asomarse desde arriba. -¿Podes venir un segundo?-
Sorprendido, la miré y me levanté. Subí las escaleras y antes de poder preguntarle cualquier cosa, abrió una puerta que se encontraba a
la izquierda y entramos. La habitación estaba oscura. A la derecha había un
sillón para dos personas, y al frente, pegado a la pared un pequeño escritorio que
solo tenía espacio para mantener un teléfono fijo. La chica me
pidió que me sentara y fue hasta el escritorio. Descolgó el teléfono y marcó solo dos
números. La conversación solo consistía, de su parte, en afirmaciones y
negaciones. En un momentó miró la hoja impresa y leyó un numero muy largo.
Luego dijo "Sí" una tres veces y se dió vuelta para mirarme. Entonces colgó el teléfono de repente, y así como empezó todo, también
terminó. Salimos de la habitación, bajamos, pagué, me entregó el voucher
y me fui.
Yo no vi nunca más a mi mejor amigo, pero
el tampoco intentó verme a mi. Me pareció raro, porque él no era un
resentido como lo era yo. No le daba importancia a este tipo de cosas.
Continuaba todo como si nada. Pasó un año en que hablabamos intemitentemente y despues el contacto se fue perdiendo. Añ año siguiente, despues de un tiempo ya sin hablar, intenté
contactarlo pero no pude dar con él de ninguna forma. Los mensajes de whatsapp
no le llegaban, las llamadas me decían que la característica era
inexistente. Lo busqué en facebook y no lo encontré. Todo era muy extraño hasta que
empecé a preguntarle a conocidos si sabían algo de él y todo fue más extraño porque nadie me contestaba. O
me ignoraban o no tenían idea, o simplemente cambiaban de tema. Desistí y hasta ahí llegué.
Todo el mundo sabe que soy un comprador
compulsivo. Vi una remera en la vidriera de un local en una
galería céntrica, ahí por la 9 de Julio. Entré al local y le
pedí al tipo que me la mostrara en mi talle. Cuando la tuve en las manos, la
revisé y le pregunté si me la podía probar. "Si, si. Vení por acá."
El negocio era bastante chico. Junto al mostrador había un hueco por el que
bajaban unas escaleras en caracol. Con dificultad lo seguí, bajando
y llegamos a una habitación bastante vacia donde no vi probador
alguno. Había algunas cajas de madera, de esas de verdulería, tirada por
el piso, pero todo estaba bastante oscuro y no pude ver mucho. El vendedor me
dijo "por acá" y yo lo seguí hasta una puerta de la cual
inmediatamente surgían otras escaleras.
"Cualquier cosa avisame." Me dijo, suponiendo que yo
entendía que bajando esas escaleras, estaba el probador. Le dije que si, un poco curioso preguntandomé por qué el probador estaba dos pisos mas abajo del local. Bajé
lentamente dos escalones y el tipo me cerró la puerta detrás. Me quedé a oscuras
completamente y sentí los pasos de él yéndose. Esperé a creer
que ya se había ido, y abrí la puerta de vuelta, asegurándome que no
me la había trabado. Pero la puerta se abrió. La volví a
cerrar y bajé. Di dos vueltas, como si bajara dos pisos más y entonces vi una luz. La
habitación estaba decorada estilo vintage. Un sillón antiguo y restaurado,
cuadros pop-art, grandes espejos en marcos viejos, y dos probadores con
unas cortinas gigantes y bordadas. Me saqué la remera, pero justo cuando me estaba poniendo la
otra escuché unos pasos. Me di vuelta hacia la puerta pero no parecía venir nadie.
Los pasos seguían y se le sumaron más. Un montón de pasos, como si
fuera, no sé, mucha gente caminando tratando de llegar a algún lado. Pasos
apurados. No se de dónde venían, del techo, de al lado. No sé. La remera
creo que me quedaba muy mal, pero salí de ahí, subí las dos escaleras
y lo encontré al tipo, sentado mirando facebook, atrás del mostrador. "Che,
te la dejo, no me gusta como me queda." Le dije. Él murmuró algo por lo bajo, que no
alcancé a escuchar, salí por la puerta y me fui.
-Te estoy diciendo la verdad. Eran
las de la chica de la agencia, el tipo de la remera y el viejo
este.
-¿Y qué tenían todos que ver?
-No sé. Pero por algo estaban todos
ahí...
-¿Y qué hiciste?
Ya no quería hacer mas nada. Estaba yendo a buscar mi bici, cuando pasé por una farmacia
y me acordé que me estaba quedando sin crema para los granos. Para mi,
este había sido un raro. Osea, esas dos cosas que pasaron lo habían hecho raro. Pero, que más podía pasar en una farmacia. Otro sótano, más habitaciones oscuras, no me iban a hacer nada.
Entré, saqué número y una de las señoras que atendía justo terminaba
con un cliente. Vi como lo despachaba y se volvía hacia el pinche donde
estaban los números. No sé porqué, pero automaticamente se salteó como diez números y llamó el mío. Pero nadie de los que
estaban antes que yo dijo una sola palabra. Me
acerqué creyéndome privilegiado pero ya lo sentía raro. La señora me recibió el número. Le
dije lo que quería y se puso a teclear en la computadora. "Si, gel
dérmico, acá lo tengo. ¿Tenés la receta?" Le dije que no, pero que siempre compraba me lo vendían sin receta. Me dijo que espere un
"minutito" pero le dije que no importaba, que estaba apurado y
que otro día volvía. Ya me quería ir a mi casa. "No, no. Ya te lo traigo." Le dije que bueno, medio de
mala gana y apenas la se fue para atrás, se apagaron todas las
luces. "Ya está, es una joda." Pensé. Afuera ya estaba a
oscureciendo y no se veía casi nada. La farmaceutica volvió de atrás, y con una linterna me
alumbró a los ojos. Me dijo, "Mirá, acá tengo tu crema, pero si la querés, vas a tener que ver esto." Me sacó el haz de luz
de los ojos y lo apuntó al suelo, justo en una caja, que empujó con uno de sus
pies. Y entonces los ví. Con una cara de asco retrocedí un poco, pero no podía
sacar los ojos de encima.
Juro que estaban ahí, pero ¿para qué te voy a
contar? si seguro no me vas a creer.